Nada representa mejor la política internacional de Venezuela y Estados Unidos en este momento que la presentación que dio Chávez la semana pasada en la ONU de su último sketch (oliendo el azufre que dejó el demonio!) y la decisión de Bush de seguir ignorando puntos clave de la Convención de Ginebra con respecto a los derechos humanos. Ya es más que conocido el antagonismo de estos dos líderes; lo que inició con críticas esporádicas contra el gobierno de Bush se convirtió en ataques directos y calculados que le han dado a Chávez la notoriedad internacional que tanto deseaba. Que Chávez haga una caricatura de Bush rompiendo todas las normas de la diplomacia y que le proporcione al gobierno de Washington un ligero dolor de cabeza puede resultar hasta divertido, pero para Colombia este es un tema muy serio que debe manejar con mucha cautela.
Colombia se encuentra en medio de una pelea abierta entre sus dos mayores socios comerciales. Nuestros vecinos están en contra de la nación más poderosa del planeta y estamos en pleno sándwich. Como juiciosos “socios” de Estados Unidos para muchos lo más conveniente y tentador en este momento es darle la espalda a Chávez y anotar puntos con Washington; al mismo tiempo, Venezuela ha sido una nación amiga, aliada natural e histórica de Colombia, por lo que para otros lo más apropiado es seguir la máxima de los buenos vecinos y formar parte activa de la nueva generación de gobiernos latinoamericanos liderados por Chávez que buscan oponerse de una vez por todas contra los abusos de poder a los que constantemente nos somete el gobierno de Estados Unidos. El problema es que cualquiera de las dos posiciones descritas anteriormente en su totalidad no son convenientes para Colombia. Seguir ciegamente y unirse con Chávez (y por defecto con Ahmadineyad) es suicidio, pero también lo es marchar automáticamente al ritmo de Estados Unidos.
En este momento el gobierno de Uribe se encuentra más cerca de Washington que de Caracas, por lo que obviamente las relaciones están más que tensas con el gobierno de Chávez. Si bien es cierto que el gobierno colombiano ha metido la pata varias veces (la más reciente la de Ospina con el tema del uranio en Venezuela) no significa que no se esfuerce por mantener una relación estable, ya que es de gran interés para Colombia. Pero Colombia tiene que acercarse más a Venezuela, cambiar el esquema de relaciones con el gobierno de Chávez, donde en lugar de tener una politica exterior que reacciona a las jugadas de Venezuela, cree políticas activas que recuerden a Venezuela que es de su interés el tener a Colombia de su lado. Claro que no hay que olvidar que Chávez, fiel aprendiz de Castro, es un zorro en cuestiones de política y no se lo ha dejado fácil a Colombia. Bien o mal es el líder más conocido de Latinoamérica, y la riqueza petrolera sobre la que ha basado su poder no va a disminuir de hoy a mañana, por lo que no es fácil que cambie su actual estilo de gobierno. Además, sí las condiciones políticas de ahora se mantienen, habrá Chávez para rato y lo mejor es tenerlo de nuestro lado modificando el esquema actual. Ahora, que a Estados Unidos le guste y lo permita, esa es otra historia.
Si la política exterior de Colombia con Venezuela es más pasiva que activa, con Estados Unidos básicamente nos limitamos a seguir ordenes. No es por casualidad o capricho que el gobierno de Colombia tienda hacia Washington. Simplemente estamos sujetos a la “ley de la gravedad” política que ejerce Estados Unidos. Casi la totalidad de la política externa colombiana se dirige a la relación con Estados Unidos, aunque los logros se dan por el lado de contadas inversiones financieras y no por ejemplo, por el lado de una duradera seguridad nacional. Una vez más, la política exterior colombiana tiene que hacer cambios importantes en su relación de Estados Unidos. Hay que mantener y fortalecer las relaciones existentes, aprovechando que se encuentran en un buen momento. Pero fortalecer estas relaciones no significa hacerlo a costa del interés nacional, ni como ahora, pensando solamente en proyectos de corto plazo. Colombia le ha demostrado a Estados Unidos que es una buena aliada, pero falta convencerlos de que vale la pena mantener y fortalecer aun más sus lazos con Colombia. Basar una política exterior en el buen clima de la situación del momento, porque estamos de amigos, no es una política que lleve muy lejos. No hay que olvidarse de aquello que Estados Unidos no tiene amigos sino intereses, algo que quedó claramente demostrado en las recientes negociaciones del TLC, donde asumimos que por ser los “aliados incondicionales” de Estados Unidos recibiríamos mejores condiciones y claro, la realidad fue otra.
Colombia tiene que voltear la situación y en lugar de ser victima del sándwich político actual, aprovechar su posición de cercanía con ambas partes y ser un puente. Las movidas excéntricas de Chávez pueden darle la notoriedad que tanto le gusta, pero la realidad es que Venezuela está cada vez más aislada en el panorama político internacional y no se puede permitir el lujo de perder también el apoyo de Colombia; al mismo tiempo, Estados Unidos tiene varios intereses en Colombia, factor clave que jugado de manera inteligente puede beneficiar a Colombia mucho más que hasta ahora.
En la situación actual, Colombia es el canal perfecto para que Venezuela y Estados Unidos hablen lo que no quieren -o pueden- hablar directamente. Depende de la verdadera maestría y habilidad de nuestros diplomáticos conjuntamente con el gobierno de Uribe aprovechar este momento y convertir el problema de estar en medio de una pelea difícil, en una oportunidad. Y eso es lo que diferencia una verdadera nación con visión internacional a una mera república bananera.
Tuesday, September 26, 2006
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