Thursday, July 03, 2008

Uribe: 3, Chavez: 0, o la historia de otra “operación impecable”

Se demostró que es un mito que la única manera de liberar secuestrados era por medio de un despeje indefinido (con el circo mediático del caso y liderado, claro, por el Sr. Chavez y su sidekick, la del turbante), con una parodia de diálogo que nunca ha existido, y donde las Farc eran los que ponían las condiciones. Otro golpe contundente contra las Farc, algo que muchos creían imposible, se logró con el rescate de Ingrid Betancourt, 11 soldados del ejército y los 3 norteamericanos. A las Farc se les fue como arena por entre los dedos su tesoro más preciado, la joya de la corona que los mantenía a flote, el único as que tenían para presionar internacionalmente.
Con una operación que envidia cualquier Marine o agente de Mossad, el ejército y policía colombianos demostraron que están a la altura de los mejores, no sólo como grupo elite de combate y rescate, sino también como actores de primera categoría. La obra cinematográfica no pudo haber sido siquiera imaginada por Oliver Stone (In your face!), y menos aún cuando no hubo disparos, explosiones y sangre por todos lados como es del gusto de Hollywood. Los protagonistas de este rescate, merecen no sólo todo el reconocimiento del mundo, sino el Oscar a mejor actor, director, cinematografía y producción.

Sólo en Colombia, país de realidad fantástica, pasa que cuando llega reencauchado el circo de las Farc con su nuevo director, nuestro vecino, a querer distraernos y mostrarnos como los gitanos el hielo, se les desbarata la carpa y tienen que escapar apresuradamente los payasos: el espectáculo de Emmanuel fue el peor acto de presdigitación jamás concebido; el ataque a Reyes y sus Computadores Parlanchines sacó del negocio a más de uno; y la obra teatral El Helicóptero Clonado les robó sus actores cautivos y se les fue todo el público.

Y no podía ser de otra manera que se cumpliera nuestro destino macondiano, que un niño de cuatro años, el sobrino de Ingrid Betancourt, hace tiempo hubiera soñado con un helicoptero blanco que la rescataba. O que en esas vueltas del destino, la misma forma de decepción que utilizó las Farc para llevarse a los diputados se le aplicara a la guerrilla para dejarlos paralizados. Y que cumpliendo con lo de “nadie sabe para quien trabaja”, el despliegue mediático que alguna vez utilizó Chavez con helicópteros y camisetas del Che, fuera utilizado exactamente igual para hacer creer a la guerrilla que el espectáculo seguía a cargo de ellos. (ojo: no le cuenten, pero no demora Chávez y su sidekick en anotarse el triunfo precisamente por este último punto).

Que felicidad poder ver los secuestrados reuniéndose con sus familias, llenos de optimismo, dichosos, nuevos, agradeciendo al Presidente, al ejército y a la policía. Que centradas las declaraciones de Ingrid, que nunca ha dejado de pensar en el país, agradeciendo a los que han luchado realmente por su liberación, agradeciendo a los soldados que se han sacrificado y se han expuesto por lograr que gente como ella y nosotros puedan estar con su familia y no amarrados con cadenas a un árbol en la selva. No es casual o ligero, que apareciese vestida de militar, aplaudiendo una operación impecable y afirmando que es una más de ellos.

Y que lástima por los enemigos acérrimos de la gestión de Uribe, que no puedan por orgullo amargo aceptar como mínimo lo evidente, y que no puedan celebrar con el resto del mundo la victoria de lo humano contra lo sanguinario y atroz. En el fondo tal vez desearían que todo hubiera salido mal, para culpar infinitamente a su enemigo.

Chavez, Correa, Ortega: maldecirán el día que creyeron en las Farc; maldeciran el día que firmaron y juraron que con ellos alcanzarían la gloria; maldecirán el día que creyeron que podían contra Colombia.

Una ovación a los rescatados, a todos los que han caído en esta guerra defendiendo a su país, a los comando especiales que incógnitos tienen que celebrar esta victoria. Una ovación al gobierno y a todos los colombianos.

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