Todo comenzó un día cualquiera cuando el trancón de las nueve de la mañana se fue volviendo cada vez más lento hasta que era imposible avanzar un centímetro más. Tal vez serían las reparaciones interminables del transmilenio, una volqueta varada en la mitad de la avenida, o un accidente entre un taxi y una moto. Podría haber sido todo esto a la vez o simplemente falta de espacio para la gran cantidad de carros; no importaba, en todo caso el trancón que había comenzado en el centro se había extendido por toda la ciudad. La séptima dejó de andar a eso de las diez y media, la autopista no pudo tragar más flotas y buses, la 26 entera era un gran parqueadero que llegaba hasta salidas internacionales, la 80, 30 y 100 se redujeron a manchas amarillas de taxis, y en resúmen, no había una sola calle o transversal, por pequeña que fuera, que no estuviera taponada por algún tipo de vehículo. La única vía libre era la Boyacá, que igual estaba cerrada por reparaciones desde hacía años y de la que solo quedaba un cráter gigante intransitable. Hasta las vías del transmilenio habían sido ocupadas en un esfuerzo desesperado e inútil de última hora por escapar, pero al final no fue sino una vía más, estrecha, inundada por carcasas inmóviles sobre ruedas.
La alarma oficial no se dio sino hasta la noche, pues cada uno encerrado en su propio trancón, acostumbrado a esa normalidad de la ciudad, creía que la acumulación sería únicamente por unas pocas horas, solo por las cuadras de esa zona, suponiendo y rezando para que no se prolongara mucho, sin sospechar que era parte activa de ese trancón gigante. Y la alarma se dio en la noche, no porque las vías habían pasado cerca de 12 horas colapsadas e inmóviles, sino porque esa noche los ratings mostraron que casi nadie pudo ver el noticiero con la ex-señorita de piernas largas y tono majadero porque casi nadie había podido llegar a casa todavía, y porque ni siquiera la ex-señorita de piernas largas y tono majadero había podido llegar a grabar esa noche el noticiero.
El Gran Comité de Vías, Asfaltos, Reparcheos y Acción en Movilidad no pudo reunirse sino hasta el otro día, con urgencia, para dar solución a este gran problema. Se consultó con Alcaldía, Gobernación y Presidencia, las ONGs también aportaron, y al final el consenso y respuesta fue formular un comunicado de propuesta de resolución de proyecto de ley para aprobación de votación en plenaria en la próxima temporada de debates parlamentarios. Orgullosos, salieron a celebrar este gran triunfo de la democracia, que si bien tardaría “unos mesesitos” en arreglar el problema, estaba asegurado en pasar con algunos micos en primera ronda.
Entre tanto, la ayuda humanitaria empezó a llegar de fuera. De otras ciudades del país se enviaron camiones abastecidos principalmente con agua, mantas y gasolina, en miras de dejar resuelto el percance de una vez por todas. Pero los camiones salvadores lo único que hicieron fue alargar el trancón hasta las afueras de la ciudad, amenazando con convertir el atasco en monumento nacional. Los alcaldes locales de Chía, Soacha, Chocontá, Faca, Funza, Bosa y Choachí fueron los que más se opusieron a la ayuda humanitaria, pues bien razonaban ellos que no sería sino cuestión de días hasta que El Gran Trancón llegara también a estas poblaciones. A pesar de la resistencia, la ayuda seguía siendo enviada y solo fue posible parar los envíos recurriendo a los buenos oficios de la guerrilla, que gustosamente aceptó el encargo de realizar retenes en todas las carreteras que llegaban a la ciudad.
El tiempo seguía corriendo y las propuestas de grandes países desarrollados empezaron a llegar con sus respectivos equipos de expertos: los japoneses apostaban a hacer puentes de 7 carriles y túneles de emergencia; los franceses reciclaron la antigua idea de un tranvía a vapor por la séptima; los alemanes se inclinaban por un sistema de rampas y cintas transportadoras al vacío que reducían considerablemente las emisiones, mientras que los chinos ofrecieron comprar todo el parque automotor como chatarra para fundición en altamar. Por suerte el ayudante de unos generales retirados destapó a tiempo la propuesta gringa (que se había mantenido en secreto y era la más opcionada) que pretendía aliviar de manera práctica y rápida el problema enviando misiles Tomahawk y “eliminando quirúrgicamente” el trancón.
Después de dos semanas y media de crisis, el trancón empezó a desvanecerse de la misma forma como empezó, cuando a una señora de un Sprint rojo un taxista le dió la vía y al de la moto se le ocurrió quitarla y dejar que el de la camioneta Lexus diera reversa para que pasara la buseta que había parado en la mitad de la calle a recoger pasajeros.
Wednesday, September 05, 2007
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